En una nueva historia de ”los CEOs son una bola de idiotas desconectados de la realidad“, tenemos al de Klarna, una empresa fintech. Hace un año, la empresa había anunciado bien emocionada que había reemplazado a 700 trabajadores de servicio al cliente con inteligencia artificial, en un clarísimo caso de un zoquete que nunca en su vida ha tenido que marcar a un teléfono para lidiar con la resolución de cualquier problema (CFE te estoy hablando a ti).
Bueno, ahora este sujeto le anda dando marcha atrás al plan porque los recortes han dado lugar a un servicio al cliente de “menor calidad”. El tipo dijo “Como los costos lamentablemente parecen haber sido un factor de evaluación demasiado predominante al organizar esto, lo que se termina teniendo es una calidad inferior”. No, shit Sherlock! Cualquier persona con una pizca de sentido común te hubiera dicho lo mismo.
Una pregunta, ¿cuándo se van a empezar a despedir estos tipos por sus decisiones irracionales en vez de llevarla con la persona común?
Vamos directo y sin escalas:
Vamos a llamar la canción temporalmente Run, Cleo, Run!, para mantener la ilusión del relato.
El brillo de las lunas caía sobre Zolkin como una hermosa estela azulada. La luz abrazaba el contorno de los edificios y delineaba la figura de los drones que se desplazaban por las desiertas calles de Zolkin, asegurándose que ninguna persona violara el toque de queda. Así es como había sido cada noche de los últimos 12 años.
Un Transportador cruzó una de las calles centrales de Zolkin, vacía como siempre, sus luces frontales reflejaron en las blancas paredes de una de las casas y continuó su camino como siempre. Unos segundos después, la puerta de esa casa abrió un resquicio y una joven de cabello rojo cobrizo asomó por el espacio. Miró para un lado y para el otro, estaba segura de haber calculado los tiempos perfectamente tras meses de ver a los drones de Maya hacer los mismos recorridos todas las noches.
Tu puedes Cleo pensó la joven, y salió de la casa con una pesada mochila a sus espaldas.
En unos cuantos segundos un Explorador pasaría volando justo por encima de ella, así que se apresuró para pararse justo dentro de un hueco en la pared de la casa aledaña. Como si fuera cronómetro, pronto escuchó el zumbido familiar del Explorador, su su su, acercarse y luego alejarse. Su su su.
Cuando el sonido no era más que un eco en el fondo del oído, cruzó la calle hacia su siguiente destino imaginario. Había practicado este camino tantas veces durante las últimas semanas en su cabeza, pero hacerlo ahora de verdad causaba que sintiera el latido de su corazón a la altura de los oídos.
Llegó al borde de una estación de servicio y se lanzó detrás del mostrador. Usó los antebrazos para detener su caída e hizo una mueca de dolor al dar el costalazo contra la tierra. Esperó. Frunció el ceño confundida. Finalmente, las luces del Transportador que esperaba aparecieron por las esquinas del mostrador. Había medido mal el tiempo.
—Estúpida. —Murmuró, sacudiendo el polvo de su brazo derecho y notando un largo raspón en él. Motas de sangre comenzaron a aparecer por entre el polvo y la piel. Maldijo de nuevo por debajo del aliento mientras se quitaba la mochila del otro brazo. La abrió y sacó la camisa con la que tenía escondido el resto del contenido. Un brillo plateado relució por un instante desde la oscuridad de la mochila antes de que la volviera a cerrar. Limpió la herida con la camisa lo mejor que pudo y se puso de pie.
—¿Hay alguien afuera? —Se escuchó desde adentro de la estación.
Un escalofrío recorrió la espalda de Cleo. Tanto tiempo de planeación para arruinarlo por un solo instante de poca lucidez. Una puerta se abrió hacia su derecha, a donde tenía planeado meterse por un apretado callejón. Eligió entonces darle la vuelta a la estación por la izquierda, hacia la plaza central. Allí la estarían esperando varios drones que Maya tenía estacionados de forma permanente.
Eso si caminara directo hacia ellos, pero sabía que el dueño de la estación dejaba la ventana abierta de este lado todas las noches para permitir la circulación del aire. Era viejo y ya no toleraba el aire climatizado tan bien como antes, así que dormía con el sistema apagado.
Se metió por la ventana y cayó de cuclillas, esperaba haberlo hecho con el menor ruido posible. Se quedó quieta por un momento, tratando de escuchar los movimientos del viejo. Escuchó sus pisadas afuera y se apresuró hacia la puerta de la entrada. Se asomó ligeramente y vio la espalda del anciano unos pasos a su izquierda, viendo curioso justo donde Cleo había caído hace un minuto. Salió rápido de la casa en dirección a los últimos edificios que bordeaban la ciudad.
Brincó a un agujero que se escondía en medio de dos cápsulas de materiales. Desde ahí tenía una vista perfecta de las afueras de la ciudad, una extensa tierra rojiza que se tornaba casi morada por las luces de las lunas. Un par de Transportadores cruzaron su vista unos minutos después. Estos serían los últimos en hacer su rondín en una ventana de 10 minutos, así que Cleo se levantó del pozo, se envolvió el brazo derecho que comenzaba a sangrar nuevamente, y corrió hacia su libertad bajo la protección de las estrellas.
EL RESUMEN DE LA SEMANA
¿Qué leí? El relato cinematográfico de Marie Anne Guerin. Es un libro que no leía desde hace como 10 años y por alguna razón me dieron ganas de agarrarlo otra vez.
¿Qué vi? Siguiendo de a poquito con el hype de Andor. Felicidades a todo el equipo creativo. Jusricia para Ghorman.
La noticia: Solo era cuestión de tiempo para que Netflix tuviera listo su documental sobre OceanGate. Ya saben, el submarino que se hizo chicharrón bajando a ver el Titanic. Si son de esas personas con el fetiche de ver esa clase de entretenimiento, junio va a ser su mes.
Bloop
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